Agassi & Jobs – Igual lo parecen, igual no lo son

18 de septiembre de 2016
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Andre Agassi, tenista.

Entre las lecturas de este verano me voy a recrear en dos de ellas, dos biografías: las de Steve Jobs y Andre Agassi. Da igual lo que nos importe Steve Jobs, que los medios se encargaron de que todos lo conociéramos y quisiéramos saber algo de su vida. Sobre Agassi, era un tenista importante en mi juventud que siempre despertó las simpatías de mi padre, aunque nunca pensé que me interesaría leer una biografía suya. Pero han sido varias personas las que me recomendaron el libro y no pude resistirme. Dos biografías. Dos vidas. Contradictorias. Aquí algunas reflexiones.

Lo primero que se me viene a la cabeza es la aparente diferencia en el propio concepto de la vida: mientras que Steve era un visionario en positivo, Agassi era todo lo contrario, siempre negativo. Mientras uno vendía objetos antes de tenerlos y de que ni si quiera existiera la necesidad de los mismos, el otro pensaba en retirarse constantemente durante toda su carrera. El vacío para Jobs significaba una oportunidad de negocio; para Agassi significaba el fin de su carrera y de su vida.

Interesante el ejercicio de liderazgo en ambas vidas, basadas en confiar en que los demás harán bien su parte, sin necesidad de supervisar. Jobs con sus ingenieros (Ive y Cook), y Agassi con su equipo, principalmente Gil (preparador físico) y Brad (entrenador). Ambos lideraban sendos equipos, pero con plena confianza y libertad en el resto. Un liderazgo no exento de momentos complicados, principalmente con la toma de decisiones que implicaban pérdidas. Ambos son capaces de romper vínculos importantes con miembros de sus equipos siempre para seguir avanzando.

Considero a los dos emprendedores. Jobs con sus productos innovadores, Agassi, decidiendo sobre su vida. Me explico. Lo que los demás consideraban ‘rebelarse’, como jugar al tenis con pantalones vaqueros cortos, melenas, pendientes, no era tal, sino que eran los únicos escenarios en los que podía elegir, no le eran impuestos. El resto de su vida lo elegían por él. Entiendo que en esos pequeños actos, hay emprendimiento, en esos momentos él empezaba a hacer determinadas cosas que luego fueron importantes. Ambos, por ejemplo, innovan en su forma de vestir, ninguno viste como mandan los cánones: Agassi, como ya hemos comentado; y Jobs, siempre con vaqueros y una camiseta negra. Lejos de la pinta de un ejecutivo de una multinacional. Bichos raros en un mundo conservador y previsible.

Dos tipos que pasaron toda su vida buscando. Uno, con ayuda de la tecnología, buscando cómo crear, primero la necesidad inexistente, y luego el producto para que las personas pudieran satisfacerlas. El otro, buscando su propia identidad, que no encontró hasta pasada la treintena, tras haberse escondido tras pelucas, extravagancias varias y una vida impuesta por otros donde nunca le preguntaron nada.

También se aprecian en sus vidas la importancia del momento presente, los dos tenían asumido que un día morirían, para así evitar caer en la trampa de que tenían algo que perder. Evitar eso los lleva a darlo todo, en la oficina o en la pista, de forma que el cansancio mental o físico nunca fue una barrera. Un Jobs moribundo que seguía un ritmo de trabajo frenético; un Agassi capaz de competir superando cualquier barrera impuesta por dolores o lesiones. Ese plus, esa capacidad de sacrificio, de superación, es una de las claves que llevaron a estos tipos a lo más alto.

Pero en lo importante, en lo concreto, en lo cotidiano, diferían. Y, aunque parezca contradictorio, en lo importante, lo concreto o lo cotidiano, yo veo trascendencia. La búsqueda de su elemento, su sentido. La misión. Su función en la vida. Mientras que la vida de Jobs nos presenta a un trabajador infatigable, metódico, perfeccionista y visionario, precisamente ahí es donde, al final de sus días, él sigue encontrando todo el sentido. En el trabajo por el trabajo. No hay más. No quiere hacer un mundo mejor salvo que no sea con sus productos. No quiere hacer mejores personas a los que le rodean, no se siente llamado a ello. Por el contrario, cuando Agassi está en el final de su carrera, son varias las ocasiones en las que nos transmite su amargura en la búsqueda de ese sentido, que nunca lo ha tenido, y que empieza a percibir en la ayuda a los demás. “Estamos aquí para luchar entre el dolor y aliviar el dolor de los demás”, son frases que él empieza a repetirse cuando se da cuenta de que el vacío que lo rodea, incluso dentro de una dinámica ganadora de Grand Slam, es una constante en su vida. Él cree que es tarde, que ha perdido su vida viviendo la vida de otros, creyendo que la perfección era ganar, cuando “ésta es la única perfección que existe, la perfección de ayudar a los demás. De lo que hacemos, esto es lo único con un valor o con un sentido duradero. Ésta es la razón por la que estamos aquí. Para hacernos sentir seguros los unos a los otros”. En ese valor de “sentido duradero” este hombre se abre a la trascendencia de su vida, y es ahí, en ese momento, cuando comienza a ser feliz. Cuando comienza a vivir. Y cuenta casos concretos de personas a las que necesita ayudar para buscar su redención. Y las ayuda. Y se redime.

En definitiva, Jobs pasará a la historia como una de las personas que cambió el mundo. Y Agassi como un deportista dopado encubierto por la ATP. Yo veo más a Jobs como un Pablo Coelho, da para muchas frases entrecomilladas. Y Agassi es más Walter White, sobrevivieron haciendo aquello en lo que eran buenos, a sabiendas de que nunca nadie presumiría de haberlos conocido.

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