¿Por qué me gusta #BreakingBad?

30 de septiembre de 2015

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Doctor, mi esposa está embarazada de siete meses, con un bebé que ni siquiera planeamos. Mi hijo de 15 años tiene parálisis cerebral. Yo soy un profesor de Química extremadamente superdotado. Cuando puedo trabajar hago 43.700 dólares al año y, sin embargo, he visto como mis colegas y amigos me han superado en todo lo imaginable. ¡Y en 18 meses estaré muerto! ¿Y me pregunta por qué huir?

Walter White. Protagonista de Breaking Bad.

 

[Contiene spoilers] Tras ver por cuarta vez la saga completa, tengo que decir que el producto en cuestión me parece de culto.

Los detalles, lo que más me gusta de la serie. Los malditos detalles. No les di la importancia que tenían hasta la cuarta vez que vi la serie. Antes no. La escena final del capítulo ‘Ozymandias’. A punto de terminar la serie, cuando Walt lo pierde todo. Impresionante. ‘The fly’, una oda al ego. Evolución en los personajes. Nada termina como empezó. Pero todo siguiendo un guión donde nunca hay un cabo suelto, y donde toda transformación está argumentada a base de cientos o miles de detalles. Los momentos musicales, sabiamente elegidos por el compositor Dave Porter, le dan a ciertos capítulos y personajes un toque vintage que hace que veamos un absoluto drama con una media sonrisa en la cara.

Curioso que la primera persona que me habló de esta serie fuera un religioso, en un contexto de reflexión. No le faltaba razón. La seria invita a la reflexión, a una reflexión profunda. El sentido de la vida, la desesperación del ser humano llevada al extremo, la manipulación sentimental, la dependencia. Es una ficción, lógicamente, pero no es una serie gratuita. Tiene un coste emocional.

La serie es un drama, con toques de humor negro, ambientada y producida en Albuquerque, Nuevo Méjico. Su argumento, un profesor de química de instituto [Walter White] que, ante la trágica noticia de que sufre un cáncer incurable, trata de asegurar el futuro de su familia produciendo y traficando con metanfetaminas, que él mismo cocina de forma magistral gracias a sus conocimientos. Pues bien, esa es una de las primeras grandes mentiras, este argumento sólo es válido durante el primer capítulo. A partir de ahí, nuestro protagonista, convertido en un capo del narcotráfico, se da cuenta de que no hace nada de eso por su familia, lo hace porque le gusta, porque es un tipo malo, al que le gusta mentir, matar, manipular, tener el poder, y cada día más. O no.

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El reparto, todos los protagonistas, son a cuál mejor. Hablaré de ellos en otros posts. El creador, Vince Gilligan, acierta en lo que trata de hacernos llegar: situaciones imposibles de solucionar a priori. Decisiones del protagonista que no tienen vuelta a tras y que son trágicas. Vemos al protagonista ante escenarios de los cuales aparentemente no podrá salir de ningún modo, a no ser que lo haga de forma trágica. Matando, engañando o provocando un auténtico desastre con daños colaterales inimaginables.

La serie me gusta básicamente por eso, porque las situaciones terminan mal. Y en las series estamos demasiado acostumbrados al abrazo y la reconciliación, al amor y la estabilidad emocional, y aquí tenemos todo lo contrario. Aquí tenemos dilemas morales. Tras cada episodio uno tiene que reflexionar.

También me gusta que la serie sea para gente paciente. Hay acción, mucha; pero el espectador no la verá en secuencias cortas, las cosas tardan en pasar. Hay secuencias largas, lo que le da realismo a las diferentes situaciones. Los diálogos son largos, con contenido, mucho no es relevante para el desarrollo de la historia, pero está ahí, le da realismo. Las acciones, conflictos y escenarios son creíbles, con el impacto que ello nos causa a los espectadores.

Vemos como el protagonista va destruyendo poco a poco no sólo a él mismo, sino a todo lo que tiene a su alrededor. Es un auténtico criminal y se comporta como tal. No tiene sentimientos. Y eso nos lleva a nosotros, los espectadores, a enfrentarnos al abismo de la naturaleza humana, y eso no lo hacen todas las series.

Heinsenberg

¿Por qué nos enfrentamos con el personaje? ¿Por qué nos hacemos preguntas nosotros mismos? Porque al principio de la serie uno empatiza con Walter. Es una víctima, y te vinculas con él. Esta ambigüedad moral es la que hace que estemos de parte de Walter hasta el final, sin saber bien por qué.

Considero a Walter un emprendedor, y un emprendedor de los que lo arriesgan todo. Pero la clave está en que no emprende ni arriesga por nadie, lo hace por él. Por su ego. Su egocentrismo. Vive por y para él, ni siquiera le importa el dinero. Sólo se importa a sí mismo, que las cosas se hagan como él quiere, con meticulosidad, él quiere ganar. No quiere el dinero. Siempre tiene que elegir entre Guatemala o Guatepeor. Y poco a poco va descendiendo a los infiernos sin que nos demos cuenta y contando con nuestro apoyo hasta el final. Genial trabajo de los guionistas.

Su progresiva deshumanización lo lleva a la más profunda de las maldades, y de eso sí nos damos cuenta. Es un hombre que se queda sin corazón, es un hombre malo. Lo queremos porque nos vinculamos con él al principio, lo vimos como víctima, y nos ha tenido engañados hasta el último capítulo. Jesse, su compañero, al contrario, siempre trata de ser justo. Es una buena persona, un yonki a ratos, pero con perspectiva moral, con principios. Walter nos engañó desde el principio, es un asesino. Al final de la serie trata de redimirse salvándole la vida a Jesse, en un ataque paternalista que, bajo mi humilde opinión, es lo único que sobra. Y sobra porque Heisenberg debió morir con la carga de su familia destrozada; y su socio asesinado por él mismo.

Pero Breaking Bad tuvo el final que se merecía. Un final digno.

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