‘Jesús sin techo. Suena mejor porque suena peor’

7 de septiembre de 2015

Eran las 18 horas del 26 julio del pasado verano. La Catedral de la Santísima Trinidad [conocida como Christ Church] nos recibía con un carrusel de notas diatónicas perfectamente combinadas por sus 19 campanas. De confesión anglicana [la Iglesia de Irlanda lo es], es la más antigua de las dos catedrales protestantes de la ciudad [la Catedral de San Patricio es la otra]. El afamado templo es mundialmente conocido por contener la cripta catedralicia más grande de todas las Islas Británicas, así como por sus campanas, de las cuales todavía perdura una de 1038, de la época de su construcción [empezó a construirse en 1028].

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Su interior es tremendamente rico, pero no es lo que recuerdo de aquel sitio. Ni siquiera sus campanas, cuyas notas acabarán siendo pasto de olvido. Ni sus vidrieras, realmente imponentes. Lo que recordaré de allí para siempre será una escultura. Además, no está dentro de la Catedral, donde hay muchísimas, y reconozco que casi no me acuerdo de ninguna. Y el año que viene no me acordaré de ninguna. Sólo me acordaré de la que hay fuera, en un banco. La escultura representa a un sin techo. Un vagabundo recostado en el banco, tapado con un trapo que se echa por encima. Desde lejos, un vagabundo anónimo. Hay cientos de miles por todo el mundo. Este es diferente porque tiene heridas en los pies. Tiene agujeros. Tiene los estigmas de Cristo. Representa a Jesús sin techo [Homeless Jesus es el nombre de la escultura]. Invita a una profunda reflexión.

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Me quedo con una de ellas. Y es cómo nos oponemos a que nos cambien todo aquello que ya tenemos predefinido. La escultura fue rechazada en varias iglesias. No era correcta, adecuada. ¿por qué? Jesús fue el primer sin techo, desde su nacimiento en un pesebre hasta su muerte en una cruz. Un apestado de la sociedad. Pero la escultura no es adecuada porque no nos muestra a un Jesús triunfante, guapo, con los ojos verdes, salvando a alguien, con seguidores detrás, con ninguna parafernalia. Nos muestra a un vagabundo, un pobre. Y eso es lo que hay. Esos son los valores. La pobreza. Y hoy en día, no queremos ver nada de eso. A las personas que mueren en pateras los llamamos inmigrantes, despersonificándolos. La palabra persona va asociada a algo positivo, ¿cómo llamar persona a alguien que muere en el mar ante la desidia de todos nosotros? Inmigrante suena mejor, y suena mejor porque suena peor. Con la escultura igual, ¿un Jesús vagabundo, tirado en un banco? No hombre, ese sería el verdadero Jesús si hoy bajara a las cloacas de la tierra. Y aquí la realidad nos la inventamos nosotros.

 

Bravo al autor de la escultura [Tymothy Schmalz], por plasmar la realidad. No vivimos en el Show de Truman, vivimos en un mundo que hay que mejorar. Pero no desde un estudio de televisión, sino desde la calle, con acciones.

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